DIARIO EL HIERRO, redacción (5/9/2009 (08:43 horas)
Fue el símbolo de la historia aborigen de la isla de El Hierro, un árbol santo, sagrado y venerado, que atrapaba el agua de las nubes y devolvía un agua pura y cristalina. Ya Plinio El Viejo, en el capítulo de su Historia Natural dedicado Canarias, bajo el título “De Fortunatis Insulis”, en la descripción de cada una de las Islas, escribió: “La primera, llamada Ombrión, sin vestigio alguno de edificios, tiene sobre los montes árboles semejantes a férulas de los que se obtiene agua, amarga de los negros, agradable de beber de los blancos”.
Aunque la férula no es propiamente un árbol, sino una caña de la que no se sabe que se obtenga agua, lo cierto es que, tomando como base la descripción de Plinio, se ha querido identificar a Ombrión con El Hierro y a las férulas con el Garoé. A partir de entonces se multiplican las referencias históricas acerca del árbol mágico de los bimbaches.
El Garoé medía más de tres troncos de hombres, es decir, un diámetro del orden de 1,50 metros. Era un espécimen absolutamente excepcional, ya que hoy día no existen en la isla de El Hierro ningún espécimen de "Ocotea Foetens" de ese diámetro (sabemos que las especies forestales en explotación impide el crecimiento de ejemplares muy grandes).
El Garoé el Árbol Santo sobrevive en el escudo de la Isla, un árbol capaz de captar el agua de las nieblas y de las lloviznas, y que, por tanto, permitió desarrollar una verdadera vida agrícola en medios de pluviométrica débil.
A pesar de algunas incertidumbre se piensa que el Garoé debía ser una laurácea y, más exactamente, un laurel endémico de las Isla de Madeira y las Islas Canarias, un espécimen de "Ocotea Foetens".
La aparición de los árboles fuente está relacionada con la presencia de una niebla muy persistente, localizada en las montañas a partir de cierta altitud (500-600 metros). En la Isla de El Hierro la niebla solo existe entre los 600 y 1.500 metros.
LA LEYENDA DEL GAROÉ
Cuentan que cuando los bimbaches vieron llegar la expedición franco española de Juan de Bethencourt, decidieron en asamblea cubrir las copas del Garoé para que no fuera descubierto por los extranjeros, quienes quizás desistieran de la empresa de conquistar la isla si no encontraban agua.
Todo se hizo según lo acordado no sin antes haber guardado reservas de agua suficientes para un par de semanas. El ardid surtió efecto y al poco tiempo los conquistadores comenzaron a sufrir las penalidades de la sed. Fue entonces cuando una aborigen, Agarfa, se enamoró de un joven expedicionario andaluz y dejándose llevar por la pasión reveló el valioso secreto del Garoé, sin pensar que con ello estaba condenando a todo su pueblo a perder la libertad.
Los bimbaches viendo como su árbol sagrado estaba en manos extrañas decidieron secuestrar a Agarfa del campamento extranjero para ajusticiarla. Pero ya era demasiado tarde. Los conquistadores eran más y más fuertes y la resistencia era imposible. Finalmente, Armiche (Mencey, rey de Hero) rindió homenaje al conquistador Juan de Bethencourt. No le sirvió de nada porque al poco tiempo fue cautivo, junto a sus más fieles vasallos, por los mismos que le habían prometido amistad y cordialidad.
Existe una endecha (o romance de origen medieval) sobre Agarfa en lengua aborigen que fue compuesto por los descendiente de los bimbaches. Uno de los versos dice así:
-"Mimerahaná, ziná zinuhá, ahemen aten haran hua, zu Agarfú finere nuzá."
(¿Qué traes? ¿Qué llevas ahí? Pero ¿qué importa la leche, el agua y el pan si Agarfa no quiere mirarme?).
Porque, para colmo, la pérfida Agarfa era amada intensamente por el valiente Tincos, distinguido en las luchas contra los piratas que llegaban a El Hierro para capturar isleños y venderlos como esclavos. Como ella no le correspondía, Tincos pasaba largos ratos sin comer contestando de esa manera a quienes le llevaban alimentos.
El Garoé fue arrancado de cuajo por un huracán en 1610. Así lo atestigua, sin lugar a dudas, el escribano del Cabildo herreño Bartolomé García del Castillo en su Compendio de Antigüedades de la isla de El Hierro, cuando asegura que en el Libro segundo capitular de la Isla, folio 184, aparece reflejada la sesión celebrada el 12 de junio de 1.612, en la que dice:…”por cuanto el Árbol Santo se cayó y con la madera y las ramas tiene ocupadas las charcas donde se recogía el agua, y es necesario que todo se saque y limpie, se ordena y manda que todos los alcaldes pedáneos citen a los vecinos para realizar dicha operación…”
Hoy, 399 años después del terrible huracán que acabara para siempre con el venerado Árbol Garoé, existe en su lugar una réplica que sigue manando agua como su predecesor y llenado las charcas que lo circundan; y el Cabildo de El Hierro ha habilitado un centro de visitantes en su inmediaciones, donde los turistas pueden conocer la hermosa historia que existe en torno a este mítico árbol de los bimbaches.