Cuando el día 5 de septiembre de 1976 se inauguró el Monumento al Campesino y luego de haber visto y oído lo que a su lado aconteció, me sentí feliz, muy feliz, no sólo por el hecho de haber colocado mi granito de arena en aquella obra, sino porque allí en aquel desolado descampado y con la Cruz de los Reyes al fondo, se había desarrollado un fenómeno sociocultural, que ni los mas viejos del lugar recordaban.
Ensimismado pensé: “Este monumento creo que va a servir para algo más que para hacerse fotografías; servirá para que cada año por estas fechas, el pueblo se reúna a su alrededor para disfrutar de un día de entrañable unión en la cultura popular que de el emana o a él se le lleve, ante tan fastuoso y monumental escenario natural”.
Pero adiós sueños, llegó el primer aniversario y pasó de largo, como por debajo de la mesa, sin dejar unas migas culturales que tomar, no dejando nada, porque nada se hizo.
Y ahora me pregunto: ¿Va a ocurrir lo mismo con el segundo aniversario?
En mi tristeza me pregunto quienes tenían razón, si los que decían que aquello era un acto político montado por los seguidores de cierto partido, o aquellos otros que mirando hacia atrás con pena profetizaban que sería una obra más para abandonar en el Hierro.
Quiero pensar y de todo corazón lo deseo, que aquel acto del primer domingo de septiembre debe repetirse y superarlo en todos los aspectos, pero…
Ojo! Debe marginarse toda idea política, debe irse a una colaboración de todos los herreños, sean de izquierdas o de derechas, como apuntaba Aquiles en el primer número de Tagoro.
Tenemos que aprovechar las circunstancias, de que tenemos un Delegado del Gobierno joven, hijo del pueblo, que sufre como el que más los problemas de la isla y los conoce. Y un Alcalde de Frontera, también joven, capaz de dar una mano, y de un pueblo sacrificado y amante, como el nuestro, dispuesto a extraer de su seno hijos que trabajen, para hacer de tan señalada fecha un día grande para el sufrido campesino herreño, único dueño y señor de su MONUMENTO, construido para exaltar y elevar sobre el árido mundo de su trabajo cotidiano sus más arraigadas virtudes de sufrimiento, trabajo y esperanza sin límites.
Hagamos que la sociedad que continuamente los margina, un día al año los homenajee y reconozca su valía y revierta en ellos la cultura, que de ellos ha extraído a través de los siglos; pero, por favor, no hablemos ese día de política, aunque algunos no lo crean muchos campesinos no entendemos de ese tema.
(*) Publicado en el periódico Tagoro, en 1977.