OPINIÓN - 26/3/2023
AUTONOMÍA DE CANARIAS Y LOS CABILDOS INSULARES
Por Tomás Padrón Hernández (*)
26/3/2023
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Desde el siglo XV, con la incorporación de Canarias a la Corona de Castilla, se desarrollan en nuestras islas, importantes acontecimientos relacionados con la organización político-administrativa.

El centralismo histórico del Estado hacia Canarias, y el practicado por las cabeceras provinciales hacia el resto de sus islas, generaban una Canarias desigual y con enfrentamientos, de dureza alarmante, entre su sociedad. Este crónico problema canario, nutrido por elementos económicos, geográficos, sociales, hegemónicos y políticos, hoy, en el siglo XXI, sigue estando pendiente de solución. 

Muchas han sido las iniciativas y actuaciones encaminadas a buscar soluciones razonables para todas y cada una de las islas, desde los gobiernos centrales antes y canario ahora. Pero hasta hoy, no se ha producido la respuesta práctica que sea aceptada por todas y cada uno de los siete territorios administrativos que componen Canarias

El nacimiento de los cabildos crea una nueva y original corporación local, que implica el reconocimiento de una nueva entidad, la isla. En palabras de Canalejas, jefe del gobierno en 1912, la creación de los cabildos significa «una conmoción del cuerpo orgánico de la nación española», y «un ascenso de la vida local a las más altas esferas de la autonomía».

Fue la Ley de Cabildos una de las piezas fundamentales del régimen político-administrativo insular. Su creación implicó el reconocimiento de la identidad de cada isla, abriendo el camino de la regionalización y de la autonomía, aunque su evolución posterior, caracterizada por la división provincial de 1927 y la carencia de un órgano que diera a los cabildos el necesario impulso a nivel regional, no tuvo la impronta necesaria para consolidarlas. 

Es de justicia recordar, el papel preponderante que las islas periféricas tuvieron en la creación de los cabildos insulares, a través del manifiesto del majorero Manuel Velázquez Cabrera. No en vano, los cabildos, representan, en orden a la autonomía, la idea de que pudieran llamarse federalistas, que ya se anidó en las asambleas tinerfeñas de 1908 y 1911, y opuesta a la región «unicista», como vía de estructurar la variedad de las islas.

En abril de 1978, y sin haberse celebrado aún las elecciones locales a los ayuntamientos y cabildos, se constituye en el Parador Nacional de las Cañadas del Teide, la Junta Preautonómica de Canarias. Un hecho histórico, relevante e ilusionante, en unos momentos en los que se estrenaba una democracia recién gestada.

Contra todo pronóstico, el proceso de construcción de nuestra autonomía actual fue cimentado sobre los pilares movedizos del pleito insular, las dudas, los recelos, los falsos equilibrios y las mutuas desconfianzas y traiciones permanentes. Los cabildos, procedentes aún del régimen anterior, fueron prácticamente apartados en el arranque preautonómico.

Se elaboraron propuestas y normas importantes, bajo el temor y el enfrentamiento, desarrollándose un borrador de estatuto similar al de otras comunidades autónomas peninsulares, que nada tenía que ver con nuestras características naturales como archipiélago.

Nuestra realidad física, y la experiencia de los cabildos insulares, vigentes desde 1912, parecían indicarnos claramente cómo organizarnos como pueblo, desde su realidad natural más rotunda, la isla, pero no fue así.

Reconocemos que, hoy en día, y, gracias a la lucha de instituciones y políticos tenaces, no se dan las graves desigualdades socioeconómicas —denunciadas en su momento por los grandes valedores canarios del hecho insular, Manuel Velázquez Cabrera, Pedro Pérez Díaz y Benito Pérez Armas—, ni es la situación anterior a la etapa democrática, pero sigue existiendo una realidad centralizadora en nuestra comunidad, que ha motivado, a lo largo de los años, corrimientos poblacionales que alcanzan hoy cifras de gravedad entre las islas periféricas y las capitalinas, con porcentajes de asentamientos del 18% para las primeras y del 82% para las segundas.

Concentrándose las mayores infraestructuras y servicios en las islas capitalinas, nuestras gentes buscan un mejor bienestar para sus familias, y se desplazan a otros territorios buscando el «paraíso» que no encuentran en su tierra.

Se ha centralizado y duplicado, generando desigualdad y categorías diferentes de canarios, según el territorio donde habiten. Ley de sedes excluyentes para cinco islas, doble sede de presidencia, dobles sedes de consejerías, doble capitalidad, doble sede de los servicios de seguridad y emergencias 112, doble sede de la TVC y radio autonómica, doble sede del operador de los sistemas eléctricos canarios, son, entre otros, los servicios acaparados y duplicados, motivo para reflexionar y afrontar con valor y coraje un proceso descentralizador en todas las áreas.

La descentralización político-administrativa tiene pendiente su modelo de desarrollo definitivo en la autonomía canaria, desarrollada siempre con temor y reticencias, sin llegar a entender con claridad que somos un pueblo, pero también volcán y archipiélago.
 
No tenemos una realidad geográfica más contundente, clara y diversa que una isla. Parecería lógico entonces, legislar y regular lo que en la vida diaria es real, los cabildos insulares como gobiernos de isla, con competencias y delegaciones en toda la gestión insular, un Cabildo de Canarias en tareas de planificación, territorio, sanidad, educación, hacienda y relaciones con el exterior y un parlamento con cuarenta y nueve diputados elegidos por circunscripción insular.
 
Apuestas por las energías alternativas, la desalación y el reciclado del agua con energías limpias, la mayor soberanía alimentaria, la industria turística con el máximo capital público-privado canario, la recuperación de las escuelas rurales, la distribución de la formación profesional y facultades universitarias en diversas islas, amplias autopistas marítimas y aéreas, modificación en la distribución económica del REF, máximo REA a la producción canaria, mayor nivel sanitario en hospitales insulares, son, entre otros, los asuntos de relevancia a desarrollar en nuestro archipiélago para lograr un mayor equilibrio entre las islas.
 
Somos islas, y como canarios, aspiramos a vivir en cada una de ellas en igualdad de condiciones. Busquemos entre todos una descentralización generosa, que permita conseguir una identidad insular conjuntándola con el reto histórico de Canarias como pueblo. Y en ello, el Cabildo de Canarias, y los cabildos insulares de cada isla, deben ser los pilares fundamentales en un desarrollo equilibrado entre todas las islas.

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL ANUARIO DE LA SOCIEDAD COSMOLÓGICA DE LA PALMA.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: CAVALLÉ [CRUZ], Mara (2021). Tomás Padrón: el hombre y la isla. [S.l.]: Kinnamon.

Cómo citar este artículo / Citation: Padrón Hernández, Tomás. Autonomía de Canarias y los cabildos insulares. Cosmológica, n. 2 (Santa Cruz de La Palma, 2022), pp.

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