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Me satisface, y deseo contagiarles, presentar el libro de la Dra. Ana Ávila, “Fotografías de Matías Padrón [1854-1926]. Imágenes de la sociedad herreña” con el que, una vez más, ahonda en la historia de esta isla a través del polifacético trabajo de un hombre singular que desarrolla variadas actividades, entre ellas, la de fotógrafo. Una científica como Ana Ávila, que se siente cómoda en su dominio sobre múltiples materias de humanidades, no necesita, y no lo hace, endiosarse para ser reconocida, sino por lo contrario, destacar con lo opuesto: ser extremadamente generosa en su trabajo y aportar a El Hierro, a Canarias y a otras muchas comunidades y países trabajos de naturaleza variada con un exquisito tratamiento especializado. Ana Ávila nos ofrece el resultado de su investigación a partir de las imágenes recopiladas, que favorece aumentar el conocimiento y sanar la desmemoria. Sus trabajos funcionan a modo de goma de borrar que suavizan los pliegues del alzhéimer cultural que sobrellevamos sobre el pasado reciente, como sucede en este supuesto temático que aborda. Donde antes existía el desconocimiento y la oscuridad sobre una materia -sea histórica, literaria, artística, fotográfica, museística u otras expresiones culturales-, tras la tarea investigadora de Ana Ávila, ese tema se convierte en una realidad lúcida, en certeza histórica, aunque permita vacíos, porque por ahora no es posible completarlo totalmente. Pero esas carencias sí las identifica para subsanarlas cuando sea posible. Ello impide que nos amoldemos a estas ausencias históricas o a los desconocimientos sobre el ayer inmediato, ya que por el contrario, la autora pone interés en estos espacios en blanco, no los olvida, los tiene en cuenta, tanto que en su cabeza, y seguro que en su corazón, es posible registrar a la par, el conocimiento histórico de El Hierro, entre otras materias que maneja, pero también, las lagunas del saber sobre esta isla Atlántica. Resulta probable que en la mente de Ana Ávila se recreen paisajes que todavía no existen en la realidad y que se relacionan con el conocer para comprender el pasado, en cualquiera de sus disciplinas. Y es en este escenario donde ella transita y es en esos olvidos de la historia donde ella pone su talento. Trabajando sobre el arte, la fotografía, la historia, Ana se siente en su propia casa en la que se desenvuelve con facilidad para aportarnos todo el conocimiento posible. La autora lleva mucho tiempo ejerciendo en estas tareas investigadoras, en ocasiones alejada físicamente de las islas, en otras, físicamente embutida en retablos, piezas litúrgicas, pilas bautismales, preferentemente de El Hierro y lo hace teniendo plena confianza en que la arena del reloj de su trabajo no se agota, sino que se perpetúa, porque cada vez que inicia una nueva investigación voltea el reloj, para que sus granos de arena sigan deslizándose perpetuamente entre un extremo y otro, pasando del pasado, hasta el ahora, hasta la actualidad, hasta la tarde del 6 de agosto de 2021, cuando veamos por primera vez algunos retratos de la sociedad herreña, de quienes arriban con una cámara fotográfica con altas dosis de curiosidad, y de quienes optan por esta profesión ya viviendo en la isla, o bien naciendo en ella. De manera simultánea y paralelamente, Ana materializa el trasvase de contenidos históricos custodiados en domicilios particulares a páginas impresas para ofrecernos la posibilidad de que sean comprendidas, apreciadas y queridas, a la vez que divulgadas en formato del libro que hoy presentamos. Muchas gracias Ana porque cada vez que abrimos un nuevo libro suyo, cerramos una puerta a la ignorancia de la especialidad a la que se consagra su trabajo. La autora del libro, por segunda vez, y no será la última, se excusa en las fotografías de Matías Padrón. De ellas extrae toda la historia que puede, y más, que sin edulcorar se comprime en cada trocito de papel tintado por la luz. El que nosotras podamos conocer el pasado que ella nos muestra, demuestra la existencia de un complejo universo de narrativas, que a buen seguro Matías Padrón no era consciente cada vez que accionaba su máquina fotográfica. Probablemente el propósito de Matías Padrón era satisfacer con un recuerdo material y tangible, no hacer historia. Era encapsular un tiempo contenido en un rostro, un festejo, unas excepcionales manifestaciones rupestre de la población bimbape adornada con piezas artesanales de uso doméstico o cualquier otra singularidad filmada. Me ocupo de reflexionar sobre porqué finalmente para escribir esta presentación, acabé centrándome casi exclusivamente en la autora del libro y no en Matías Padrón. Sin ser del todo consciente de ello, cada vez que me encomendaba rectificar un párrafo para abordar la figura del fotógrafo, una y otra vez, las palabras que pulsaba referían a Ana y no a Matías. Entiendo entonces que la autora del libro es Ana y es ella quien específicamente se detiene en las fotografias historiándolas, llegando a donde el fotógrafo y pintor no alcanza porque era su vida diaria, no concebida en aquel entonces como fuente de conocimiento. Ana es quien cuenta con perspectiva histórica de la que adolece el retratista, quien se vale de diversos recursos, pero no comparte el academicismo y la especialización histórica en el que se centra la autora: indumentaria y accesorios, arquitectura, sistemas constructivos, carpinterías, instrumentos musicales en festejos, vegetación de los patios y de exteriores, entre otros extremos. Especialmente valoro el alto interés etnográfico de las imágenes, las escenas, por ejemplo, de los grupos de caladoras, bordadoras y costureras, las representaciones alegóricas, los carnavales, otras festividades como la de los Pastores o las Bajadas, o bien el encuentro de lucha canaria. Es Ana Ávila quien cuenta la historia de las imágenes rebeladas por la luz. De todas las estampas, la que me produce más emoción, posiblemente por mi profesión, es la del retrato del niño Teobaldo Padrón Cruz de 1915, que la autora elige para componer la cubierta de esta edición. La filmación se realiza junto a un panel de grabados rupestres nativos realizados en La Candia, y a pesar que no se muestra, porque no se marca con tiza, ningún signo líbico-bereber, sino motivos geométricos, no deja de evidenciar la importancia con la que se concibe este lugar en el que la antigua población insular escribe con su alfabeto libio. Sin este trabajo de compilación y de investigación de Ana Ávila la historia reciente de El Hierro sería más limitada y sesgada porque con su empeño esclarece todo lo que enfoca la cámara de Matías Padrón. Del mismo modo acentúo el registro que realiza la investigadora sobre los antecedentes de la fotografía en El Hierro, desde Olivia y John Harris Stone a Juan González Cabrera y quienes desembarcaban con el propósito de fotografiar a su gente, su paisaje y su Pozo de la Salud. Gracias Ana, con su trabajo me doy cuenta de todo lo que no sabía y ni siquiera advertía la cantidad de historias que se han vuelto reales con este libro. Y, aunque conocía la existencia de este fotógrafo por su anterior libro y por vivir en una calle consagrada a su memoria, ignoraba cuántos relatos y experiencias vitales plasma en sus páginas. Esta tarde, la cámara de Matías Padrón gira, enfoca e ilumina para retratar a la autora y a su trabajo. Su labor de compilación y documentación ha sido posible por la aportación del material de un significativo número de personas. Agradecemos la cesión de todas las imágenes, especialmente a Dolores Acosta Padrón y a María José Padrón Galán, y aunque no mencione a todas las demás, también participan del agradecimiento del Gobierno de Canarias. Recuerdo un proverbio árabe que me agrada, “Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan”. Y esta impresa en papel y en digital, ya resulta imborrable. Felicidades a El Hierro porque esta edición compuesta por luz revelada que alumbra la sombra que hasta hoy invisibilizaba multitud de historias, sigue engrosando su biblioteca histórica. El Gobierno de Canarias a través de su Dirección General de Patrimonio Cultural reconoce la alta valía del rescate documental y la investigación desarrollada por la Dra. Ana Ávila Padrón, quien fundamentándose en el juego de luces fotográficas de Matías Padrón, proporciona sentido a los anales vacíos de los que adolecemos como pueblo, refuerza nuestros recuerdo sobre quiénes hemos sido, e imprime identidad a nuestro carnet de personas de Canarias, con el que nos autentificamos y contribuimos a la diversidad cultural del Planeta Tierra. Muchas gracias. (*) Nona Perera. Directora general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. |
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