Juan José, el máquina, y yo, corríamos por las veredas de tierra de Echedo, bajo el sol de media tarde. Echedo olía a viña, al azufre de las cepas, olía a higuera y a moral…Y jugábamos en la plaza. 

Encima de la plaza, la casa de mi abuelo Manuel Trujillo (Papá Lolo), fue la primera vivienda del pueblo que tuvo televisión sin haber aún luz eléctrica, la enchufaba a una batería de coche. Era una tele muy pequeña, en blanco y negro, y venía la escasa gente de entonces a ver la tele a casa de mi abuelo, quien siempre los recibía con una sonrisa. Era como una especie de cine familiar. Han pasado más de 40 años.

Había una tienda-bar, el de doña María Juana, con el piso de jable, y único espacio donde había un teléfono, de esos de pasos (¿lo recuerdan), era un aparatito que marcaba los pasos de tiempo que estabas hablando y luego, en base a ello, te cobraban; solo que esos pasos corrían bastante.

Ya de gallitos, con 18 años o más, muchas noches hicimos levantar de la cama a Doña María Juana (¿verdad Santiago Espinosa?) para que nos sirviera en ese bar tan pintoresco.

-¿Qué le debemos Doña María Juana?”, preguntábamos con sorna.

- 2.000 pesetas, contestaba, muy segura.

-¡Coño, Doña María Juana! ¿¡2.000 pesetas por 4 cervezas?!, le increpábamos con respeto (porque te teníamos mucho respeto).

¿Y qué quieren?, contestaba. ¡Vayan para El Zabagu-la discoteca de Valverde- para que les “salen”! zanjaba con acierto. 

¡Y poco nos cobró para la lata que le dimos!

Berta Padrón, mujer rural y escritora de poesías, nació en Gualisancho, en Echedo y ahí, en este pequeño pueblito a escasos 3 kilómetros de Valverde (“Echedo 3” como lo denominaba el recordado Pepe, el de Valentina) es donde pasé parte de mi niñez y es ahí donde correteaba.

-  Mamá, péineme, que llegaron unas chicas a la plaza, le decía Juan José a su madre.

- Y Berta lo peinaba con esmero, con la raya "al medio". Y salíamos los dos en dirección a la plaza.

Sí, remembranzas…