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OPINIÓN - 4/1/2022
Réquiem por María Mérida
Por Eligio Hernández (*)
4/1/2022
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María Mérida sido para mí uno de los personajes arquetipo del “ser herreño”, fiel exponente de lo que se ha llamado la “herreñidad”, es decir, de las virtudes y cualidades ejemplares que conforman la idiosincrasia herreña, que definiera Viera y Calvito de la siguiente forma:  ”Los herreños son como su propio país: duros, sanos, frugales, sobrios, laboriosos y de natural compasivos; los hijos no le son una carga. Los vicios de otros pueblos más civilizados no han corrompido sus costumbres”.

Los personajes como María Mérida, sencillos, humildes, bondadosos, solidarios y buenos en el más amplio sentido machadiano de la palabra, nos permiten entender las cualidades de la mujer  herreña, que caerían en el olvido para las generaciones de herreños venideras, y en el ostracismo, si no les legamos sus canciones, su arte y su inigualable voz de contralto. 

María Mérida ha seguido la senda de los pocos herreños ilustres que, como José Padrón Machín, Inocencia Durán  y otros, han amado su isla natal profundamente por encima de cualquier contingencia, y a la que han considerado como un pequeño continente. “Somos hijos de la tierra, somos la misma tierra que siente y piensa”, decía Pío Baroja, para significar la identidad y la unión de las personas, como María, con su patria chica. “Entiendo que un hombre tiene dos patrias, la chica y la grande. Trabajar por la chica es también hacerlo por la grande”, ha dicho José Padrón Machín  en sus “Memorias de otro Desmemoriado”. 

Nadie como el escritor y periodista herreño José Padrón Machín ha sabido describir tan poéticamente a María Mérida, en su hermoso artículo de noviembre de 1969  “María Mérida canta en los “Letimes”, la canción que ella compuso titulada “Jinama”, en la que llamó con la bella metáfora “crestas de cristal” al Valle de El Golfo, mientras, continúa el escritor, “caminaba por poéticos senderos cubiertos de musgos y hierbas, respirando en éxtasis los efluvios de los brezos y tomillos, entre los que andaba con el pelo suelto a las brisas, encendida de colores , semejando un hada de los bosques que ocultando a veces los brezos y otras las nubes que pasaban plegándose y descorriéndose en un mágico juego de ángeles”.

María Mérida, sin duda alguna, pertenece a esa generación de mujeres irrepetibles que han escrito una de las páginas más memorables de la canción tradicional en Canarias, sin olvidar que formó parte de los elencos de la Antología de la Zarzuela durante diez años.

Ya nonagenaria, hay que recordar que ha grabado más de 700 canciones del cancionero folclórico canario y actuado en más de 300 escenarios de los cinco continentes, y que ha escrito la letra de muchas de sus canciones más populares. Su alma noble de mujer generosa, sin límites, se revela cuando ha dicho, «Prefiero cantar y ser feliz», aunque en algunas ocasiones no puede evitar entristecerse por la pérdida de dos de sus hijos. «Pero ellos me acompañan cuando canto las folías. Lo noto», desvela, y sobre todo, cuando dijo que le gustaría que todos los canarios la recordáramos como mejor persona antes que como cantante ilustre. «Quiero que digan: era una cantante pero era mejor persona».

Puedes estar segura María, que todos los herreños y canarios te recordaremos siempre, como leí en la Termas de Caracala “en invierno y en verano, lejos y cerca, mientras vivamos y después”. María, que la Virgen de los Reyes te acoja en tu seno.

A medida que transcurren nuestras vidas nos vamos sintiendo más cerca de nuestra querida isla natal, en la que todos los herreños deseamos expirar el último aliento. La vida y el ejemplo de María nos ha hecho recobrar los sueños e ilusiones de los herreños. Sólo deseo recordarla cada cuatro años en La Dehesa cuando temprano sale La Virgen de los Reyes de su recóndita y humilde Ermita, y cuando ya de noche llega la plaza de la Iglesia de Valverde. 

María es una puerta abierta a la esperanza que nos mantiene, como decía el poeta gomero Pedro García Cabrera en los hermosos versos, que en su “Vuelta a la isla”, le dedica a El  Hierro, que expresan el profundo amor de ella por nuestra isla, y que terminan así:

Y cuando no pueda hallar
hamaca para el sosiego
y sea cada isla el túmulo
de un Garoé sin remedio
çel cántaro de mi sed
iré a llenarlo en El Hierro
.

(*) Magistrado jubilado. Ex fiscal general del Estado.
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