Así ando, sin entender, sin saber por ni para qué. ¿Qué razones, si las hay, y a qué se debe? 

Ando, así como adolorido y melancólico, porque todo aquello que yo había visto, dicho y repetido hasta la saciedad durante tantos años, se fue a la mierda. Aquellas diatribas sobre la lealtad, de respeto a la decisión de los órganos del partido, de tragar lo intragable y tratar de justificarlo por cuestiones de estado. Todo se fue a la mierda, porque cuando veo y oigo a mis idealizados líderes de antaño, quienes gobernaron contando con la lealtad de la militancia que, a pesar de estar muchas veces desorientados por las decisiones intragables, siempre estuvimos allí, y hoy los veo en una diatriba infumable, con discursos a destiempo y agrios.  Para los que tenemos años pagando cuotas, no descubro nada diciendo que muchos sapos nos tragamos por lealtad, y aquellos nuestros próceres, que tanto hicieron por España, hoy nos tienen con el corazón” partío”. 

Leo artículos de opinión de los que creen guardar las esencias puras del progresismo, insultantes, que, aprovechando la estación semiotoñal, declaran su odio e inquina a dirigentes claves en la transición española, momento histórico en el que se olvidó, por razones de Estado, mucho, mucho, mucho. Donde se blanqueó lo negro y lo gris de aquella “España tirante y seca/diurno tambor del sol opaco”, como dijera Neruda, y eso me deprime. 

Sufro en carne propia tanta saña, a veces con el solo argumento de enfatizar su decrepitud, como si tener años fuera sinónimo de estupidez, y sufro cuando veo a la derecha mediática y política engalanar sus figuras y sus desafortunados discursos en beneficio propio. Sufro porque se sufre cuando a lo que uno quiere, admira y respeta se le machaca por unos y se le da pábulo por otros, que hace no tantos años, pedían sus cabezas al precio que fuera, y sufro porque no entiendo nada. ¡Se me cayeron los ídolos!  

Recuerdo tantas noches de debate en mi humilde agrupación socialista herreña, pero una merece ser citada. Fue cuando se celebró un congreso del partido para decidir la incorporación a la OTAN, aquella de “OTAN de entrada, no”. Sinceramente, más que para decidir, fue para ratificar, apoyar al líder por lealtad suprema. 

En mi agrupación, solo hubo un voto contrario a la incorporación a la OTAN. No se discutía si era bueno, malo o regular. El debate era que Felipe tenía que ganar el referéndum, es decir, deberíamos ser leales y así se hizo. A Madrid enviamos de delegado al compañero del voto díscolo con el mandato de votar a favor.

Thurgood Marshall, quien fuera juez de la Corte Suprema de los EEUU, dijo: “La democracia no prospera en medio del odio. La justicia no se arraiga en medio de la furia. Debemos oponernos a la indiferencia. Debemos oponernos a la apatía. Debemos oponernos al temor.".

Hoy, basta con oír tertulias, programas radiales, leer editoriales, escuchar a líderes, para abatirnos, sentir la necesidad de escondernos donde no nos lleguen sus gritos de odio, sus mentiras valientes dichas con cara dura, donde la mentira descarada y a sabiendas cotiza al alza donde se aplaude el chascarrillo buscando un titular, pero cuando se ponen sobre la mesa las cuestiones que hay que resolver de manera valiente y sentar la democracia sobre la verdad, entonces salen los inmovilistas, los de la “España se rompe” (no sé cuántas veces ya) los retrógrados llamando a la rebelión y ahí vimos a mis añoradas figuras del histórico Psoe desgañitados pidiendo una enmienda a la totalidad preventiva (¿les suena lo de preventiva?). Dijo el compañero Luis Yañes, que debe saber mucho de esto, que “es por no poder hacerlo ustedes”, y creo que es verdad. Hace días le dije a un amigo algo parecido. La normalización de España merece valentía; no se hace con enfrentamiento, escondiéndose debajo de las togas de la furia, se hace con razón y fundamento.

¿Te suena, compañerito del alma, aquella sentencia de que “para terminar con González se rozó la estabilidad del Estado” “…¿Había que terminar con Felipe” “… Pero era la única forma de sacarle ahí”, del miembro de lo que tú bautizaste con razón, como la “Triple A”?

Se me encoge el corazón viéndote ufano recibir los aplausos de los mismos personajes, y no porque te aplaudan , que si fuera para admitir que fuiste una pieza clave en la transición española, que elevaste a la vieja España a un país moderno sería feliz , pero no, te corean porque tú has asumido su discurso, te corean porque  lo que dijo L.M.Anson se queda corto con el acoso y derribo a que está sometido este gobierno de España, de  tu partido por ahora,  que la derecha tiene como una forma de hacer oposición llevar a cabo el mandato del apóstol de la guerra de “el que pueda hacer que haga”  y da igual que se ponga en peligro la estabilidad del Estado y estando esto así , te vas a aplaudir a un gran líder que habla con dios a través de su perro. No te imagino, compañero del alma, aplaudiendo tremendo desatino cuando eras nuestro Felipe, el Gran Felipe.  

¿No habíamos quedado, mi querido Alfonso, que “la izquierda alberga lo mejor de la capacidad crítica del ser humano, su inconformismo, su voluntad de cambio, regeneración y progreso, y que la derecha, su fatalismo y su involución” Cómo ven, sigo haciéndoles caso de lo que nos enseñaron, siendo fiel a las decisiones del partido y respetando a su líder, que durante años fuiste tú,  Felipe, y hoy es a Pedro Sánchez?

Como ven, lo hago con el corazón “partío”, así ando.