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“Veinte años no es nada”. ¿Quién no la recuerda? ¿Quién no la ha tarareado alguna vez, sobre todo cuando la melancolía nos alcanza, cuando la nostalgia nos atrapa, cuando sentimos que el tiempo, inexorable en su camino, se nos escurre como el agua del cuenco de nuestras manos? Entonces, ¿quién no ha imitado al inimitable Carlos Gardel en “Volver”?, sobre todo en esos instantes en que por nuestra memoria corren a raudales tantas vivencias que desde la profundidad del tiempo parecen minúsculas algunas y otras tan imponentes, que nuestra cabeza aturdida, como autodefensa, las arrincona en algún lugar de nuestro cerebro, convirtiéndolas en sueños, y allí las guarda y protege para ser contadas. Pero no estoy escribiendo por melancolía o nostalgia, o tal vez sí, porque ya transito la recta que da principio a la última curva. Escribo para felicitar a Diario El Hierro por los veinte años de su nacimiento, de comenzar su andadura, de que lo vimos germinar en esta Villa de Valverde como un proyecto de vanguardia para la época, que ha mantenido informado del acontecer de la isla a sus habitantes y a cuantas personas vinculadas entran en sus tripas desde otras partes del mundo: Venezuela, Australia, EEUU, Alemania… Quiero felicitar a su director, Sergio Gutiérrez y equipo técnico, porque veinte años no es nada para un medio informativo, llamado como, deber sagrado, a ir convirtiendo cada instante de la vida merecedora de ser contada en historia viva, sin melancolía, sin nostalgia, siendo testigo privilegiado de nuestro acontecer y vocero de cuantos a él se han asomado para expresar sus opiniones e historias. Hoy, en este mundo azaroso, donde la verdad no parece verdad y donde la mentira no parece mentira; donde las matanzas salvajes de personas retransmitidas en directo por los noticieros se convierten en puras estadísticas; donde hombres que gobiernan el mundo causarán sonrojo y vergüenza, en unos pocos años, vistos con perspectiva histórica para espanto de los coterráneos por sus actos y silencios; donde mentes mediocres dan catecismo de buenas prácticas morales y éticas; donde la razón es del que más grita, insulta y patalea, entonces, la labor de informar como derecho ciudadano y contar verdad como obligación del informante es cada día más difícil y no es momento de flaquear entre tanto vilipendio. No queda otra. En el recuerdo me traslado a mi piso de estudiantes de La Verdellada, en La Laguna, y en mi memoria escucho al amigo Adolfo Faleht, estudiante de derecho por aquel entonces, tocando su guitarra en la habitación de al lado y entonando la canción de Pablo Milanés “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos…”. ¡Y que así sea! Estoy seguro de que vendrán muchos “veinte años” más como relator de nuestra vida insular, como testigo principal de un quehacer que cambia implacable, como nuestro mítico Garoé que ahí sigue sufriendo los avatares del alisio “viendo pasar el tiempo” como la Puerta de Alcalá, pero constante en su goteo, como recuerdo de una isla que fue y mostrando el presente de una isla que avanza. Mi enhorabuena, y creo estar seguro de que también de los más de 27.100 personas que te leen (y eso solo en el Facebook del diario). ¡Es obligado! |
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